La problemática del
embarazo precoz y sus consecuencias, entre las cuales el aborto tiene un sitio
especial, se ha tornado mucho más compleja y evidente en los últimos años, las
razones son obvias, e incluyen aspectos biológicos, psicológicos y sociales. Dentro
de los biológicos se encuentra la creciente tendencia en ambos sexos a la
aparición del desarrollo puberal a edades cada vez más tempranas, lo cual
incrementa el período en el cual las y los adolescentes son biológicamente
fértiles, pero no poseen ni el desarrollo psicológico ni social adecuado para
enfrentar estas responsabilidades, de esta forma se hace más amplio el período
de vulnerabilidad para la ocurrencia de embarazos no deseados ni previstos,
pues como es conocido, en el mundo actual competitivo y globalizado los
adolescentes y jóvenes precisan de prolongar cada vez más el período de
instrucción, y por tanto de dependencia económica de sus padres, para poder
aspirar a insertarse con éxito en un mercado laboral cada vez más demandante.
Es por todos aceptado que
las y los adolescentes llegan a ser fértiles unos 4 ó 5 años antes de ser
emocionalmente maduros. Ahora bien, no resulta fácil definir en qué momento los
y las adolescentes están en capacidad biológica para fecundar, primero que
todo, porque no todas las adolescentes menstrúan a la misma edad, se considera
que una adolescente tiene la capacidad potencial de embarazarse a partir de que
tenga su primera menstruación (menarquia), aunque se han dado casos raros, en
que adolescentes se han embarazado sin haber tenido nunca menstruaciones
previas. En el caso de los varones esto es algo aún más complejo, pues está
comprobado que las primeras eyaculaciones casi nunca contienen espermatozoides
con capacidad real de fecundar, no existe un evento o parámetro capaz de
definir con certeza esta potencialidad.
Es difícil de conocer con
exactitud la problemática real de los abortos en la adolescencia en nuestra
región, ya que en la mayoría de los países latinoamericanos y caribeños este
proceder es ilegal o tiene serias restricciones, por lo que se realizan gran
cantidad de abortos ilegales que dificultan una recolección fidedigna de estos
datos. Sólo Cuba, Puerto Rico, Canadá y Estados Unidos cuentan con estadísticas
confiables, ya que el aborto es un proceder no penalizado. Pese a las
prohibiciones, en América Latina se estiman en varios millones el número de
mujeres que abortan ilegalmente cada año, no hay forma de medir exactamente la
prevalecía del aborto ilegal, y mucho menos conocer qué proporción de estos
tienen lugar en adolescentes.
En los países de
Latinoamérica se estima que la proporción total de las adolescentes que abortan
es igual a la proporción de las que tienen hijos. En Cuba uno de cada cuatro
abortos tiene lugar en mujeres menores de 20 años, proporción similar a la de
todos los nacimientos vivos que ocurren entre las adolescentes. En Brasil,
Colombia y Perú se reporta que una de cada 10 mujeres que ingresan con una
complicación de aborto ilegal son adolescentes, en comparación, uno de cada 7
nacimientos se producen en madres adolescentes. Estudios estadísticos tomando
en cuenta datos indirectos consideran que en Latinoamérica se producen cada año
alrededor de un millón de abortos en mujeres menores de 20 años.
Podemos afirmar que el
fenómeno aborto ha transcendido los marcos de la salud pública para convertirse
en polémica social, en la cual participan además de los proveedores de salud,
instituciones religiosas, parlamentos, líderes políticos y grupos sociales, que
escenifican protestas públicas, promueven foros internacionales, elaboran
documentos y diversas publicaciones, tanto a favor como en contra del mismo.
Por todo ello, se ha convertido en uno de los temas más delicados de la ética
médica actual.
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