Los preservativos o condones
proporcionan protección cuando se utilizan correctamente como barrera
desde/hacia el área que cubren. Las áreas descubiertas todavía son susceptibles
a muchas ETS. En el caso del VIH, las rutas de transmisión sexual implican casi
siempre el pene, puesto que el VIH no puede esparcirse a través de la piel
intacta; así, al proteger el pene de la vagina o del ano con un condón usado
correctamente, se impide con eficacia su transmisión. Un líquido infectado en
una piel rota que llevase a la transmisión directa del VIH no sería considerado
“transmitido sexualmente”, pero puede ocurrir teóricamente durante el contacto
sexual; esto puede evitarse simplemente dejando de tener contactos sexuales
cuando se tiene una herida abierta. Otras ETS, incluso infecciones virales, se
pueden prevenir con el uso de los condones de látex como barrera.
Los condones están diseñados, probados y manufacturados para no fallar nunca si se usan apropiadamente. El condón nunca es un ciento por ciento seguro.
El uso apropiado exige:
No poner el condón demasiado firme en el extremo, dejando 1 o 2 cm en la extremidad para la eyaculación. Si se coloca el condón muy apretado, es posible que falle.
Usar un condón nuevo para cada
encuentro sexual.
No usar un condón demasiado
flojo, pues puede hacer fracasar la barrera.
No voltear el condón después de
haber terminado, aunque no haya habido eyaculación.
No usar condones elaborados con
sustancias diferentes al látex y el poliuretano, pues no protegen contra el
VIH.
Evitar dejar el condón en el
calor porque pueden desgastarse.
Evitar el uso de lubricantes
basados en aceite (o cualquier cosa que contenga aceite) con los condones de
látex, ya que el aceite puede hacer que se rompan.
Evitar el uso de doble condón,
pues la fricción entre ambos puede hacer que se rompan.
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